Recuerdo que desde hace mucho tiempo, aunque no desde el principio, oigo gente que no veo, sueño cosas que no corresponden... he hablado sobre ello con mucha gente y cada uno me cuenta una historia: mis amigos dicen que estoy loco, el cura del pueblo habla de que en mi vive el diablo... pero ninguna acaba de convencerme; al fin y al cabo, nadie sabe lo que siento mejor que yo, así que he decidido indagar y descubrir yo mismo la solución a mis problemas, y empezaré por el principio.
La memoria me lleva al origen, cuando “las voces” se alojaron por primera vez en mi mente...fue un día lluvioso, como tantos otros aquí, pero tenía algo de especial, era mi comienzo en Galicia, había abandonado mi cómoda y confortable casa en Madrid para viajar al frío norte en busca de un misteria, una espeluznante historia que contar en mi blog la noche más terrorífica del año. Aunque era famoso por mis relatos de miedo, nunca lo había sentido en mis propias carnes, nunca hasta que llegue a aquella vieja y abandonada aldea, donde contaba la leyenda que se encontraban las almas errantes cuando el sol bañaba la tierra del deseo.
-¿Quién se creerá esas viejas historias de brujas, fantasmas y maldiciones?- le pregunté a mi compañero Luse...¡Luse! es cierto, a esta “aventura” vine con alguien, no me acordaba...
-Los necios e incultos pueblerinos- me contestó.
Pasamos aquella tarde entera visitando las casas, tiendas y empedrados de esa aspiración a pueblo hasta que al crepúsculo, una intensa tormenta eléctrica empezó a castigar aquellas condenadas calles, sus construcciones y, junto a ellas, a nosotros. Teníamos que refugiarnos como y donde fuese; miramos a izquierda y derecha, pero la incesante caída del agua había traído consigo una impenetrable niebla que impedía que viésemos más allá de 3 pasos de distancia.
-¡A la iglesia!- oí que gritaba mi compañero mientras que un luminoso rayo daba un aspecto
azulado a su tez.
Aunque tan sólo unos minutos antes había admirado aquella majestuosa construcción, el fría, la oscuridad, y el principio de un incontrolable pánico me desorientaron hasta hacerme perder la misma noción del tiempo, de modo que el único método de llegar a la parroquia era seguir a mi amigo, rápidamente lo busqué por la zona, y cuando al fin conseguí atisbar su silueta, así su mano fuertemente, impidiendo que sus dedos y los míos resbalasen y me volviese a perder. Pero justo en ese momento, empezó una intensa carrera de unos 50 metros que me costaron como si de 200 se tratasen, no podía respirar, las piernas me ardían y la cabeza... ya no me caía nada, miré adelante y ví esa imponente cruz; habíamos llegado.
-Pasaremos aquí la noche y mañana, cuando haya escarpado, grabaremos lo que haya que
grabar- me anunció mientras se metía más y más adentro.
Personalmente, aquel lugar me producía escalofríos, sabía que estábamos solos, pero sentía que cientos de ojos me observaban, que podía oir los susurros del silencio que reinaba cual león en la selva del ayer.
Investigando un poco, tras una quebrada puerta de madera descubrí unas descendientes escaleras y decidí bajar en busca de algo útil en aquel sótano. Pero cuando apenas llevaba 10 peldaños recorridos, unos cansados pasos sonaron a mi espalda. Aterrorizado, giré rápidamente la cabeza y ví como una sombra se reflejaba por el hueco por el que unos instantes antes mi cuerpo penetraba en la penumbra. Apenas le dí importancia, si sólo Luis y yo estábamos, sería Luis, por lo que como había empezado, seguí con mi camino que se me asemejaba al descenso al infierno. Cuando ya me quedaba menos de la mitad del desnivel, el ya conocido ruido de pisadas volvió a aparecer, solo que ahora parecía estar a menos distancia... casi automáticamente, mi cuello empezó a rotar para ver que querría mi camarada pero cuando llevaba la trayectoria casi terminada, comprendí que no era él... ante mis ojos, a apenas un palmo de distancia, se encontraban unos amoratados y hundidos ojos en contraste con la pálida y absorbida cara que habitaban. El miedo me congeló los músculos y nada pude hacer para evitar ese empujón. Caí rodando mientras chocaba violentamente con todos los peldaños. Cuando mi cuerpo quedó inerte sobre el suelo, algo húmedo y caliente bañó mi cabeza... era mi propia sangre, saliendo a borbotones de entre la mata de pelo que llevaba; entonces intenté evitarlo, aguantar algo de tiempo y conseguir gritar, pero el peso de mis párpados pudo más y nubló mi mente hasta que dejé de ver.No me lo podía creer, al final las leyendas eran verdad, sí que existían las ánimas, y aquella iba a ser la última lección que la vida me daría. No se cuanto tiempo estuve en ese estado, pero cuando conseguí volver a abrir los ojos, un gran coro de desconocidos me rodeaban y atosigaban. No reconocía ninguna cara, pero aquellas personas me habían salvado; fue en ese momento cuando empecé a escuchar las primeras voces en mi cabeza.
-No hay nada que hacer, esta muerto- dijo la pionera de ellas.
Desde entonces han sido incesantes, y he tardado muchos dias, meses o años en comprender definitiva y claramente esas primeras palabras, pero hoy por fin lo he conseguido, ¿y qué si estoy muerto? me encuentro muy a gusto aquí, y no me voy a mover en toda la eternidad, al fin y al cabo, aquí empezó y acabó mi historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario